Saturday, January 11, 2020

Luna de lobo y abrazo de koala

Que desconocidas se me hacen esta vez las teclas, luego de releer mi aterrizaje forzoso de un lejano 2009..10 años que no pasaron en vano, 10 años que me hicieron caer, levantarme, reinventarme y seguir...que me hicieron madre hace ya casi 7. Y es tiempo de abrir el blog y seguir en ruta, de volver a las historias cargadas de emociones y de un ventilador acalorado en medio de la noche, del Fede de fondo (obvio, esencial para reconectarse), de una copa de vino cuando la cerveza es impagable a diario, y de una mochila muy cargada con certeza de peso innecesario, de ese que había que haber dejado en tierra antes de emprender viaje. Me cuesta escribir, hace rato que no lo hago. Mis manos debiesen deslizarse levantando una tesis que aún no empiezo, pero que es parte del objetivo de este viaje.

Hace un tiempo me sentí asfixiada, estaba tratando de armar sobre la arena una historia sin trama, pero aún así, en esa compañía y en ese preciso instante, sentí que no podía hacer más que volar, en compañía esta vez al menos de mi pequeño maestro Antar. Y fue en ese momento que supe que mi tiempo en Chile estaba agotándose, que empezaba la cuenta regresiva porque después de casi 10 años y algunos viajes (siempre con retorno programado), necesitaba nuevamente sentirme libre, sin rumbo y con página en blanco; volver a construirme, reconstruir-nos. Pero estaba en medio del Magister en Políticas Públicas y todo se veía cuesta arriba, distante y al menos, difuso. Fueron 2 años duros, en los que una mañana le di un beso en la frente a mi pequeño y volví luego de 2 años cuando el ya tenía 6 y daba portazos, porque me extrañaba, porque le faltaba mamá.
Y duele escribirlo, duele recordarlo. Porque sin duda ser mamá ha sido el viaje más importante de mi vida y el que me ha llevado a los rincones menos pensados. Pero esa es parte de otra historia profunda, que no es momento de abrir.

La cosa es que terminó el magister y las excusas comenzaban a acabarse.
El plan original era venirme con la tesis hecha, completamente libre de ataduras curriculares (aunque por cierto no financieras), y recuperar en parte el tiempo con mi hijo. La idea de viaje por Centroamérica la había enterrado junto con la última historia amorosa, pero un nuevo continente aparecía en mi mapa: los kanguros y mi hermana, que desde el 2017 hacía patria por estos rumbos, se hacían cada vez más atractivos. Australia nunca estuvo en mis planes...algo de este país-continente simplemente no me llamaba, pero la sangre tira y mi hijo quería ver a su tía.....y yo a mi compañera musical irreemplazable.
Y empezaron los preparativos con la decisión irrevocable una mañana cualquiera de partir, así, con lo puesto, con o sin tesis, porque sino, no partiríamos nunca. Pero uno nunca sabe lo que el universo tiene preparado, y entre medio, me enamoré del que estoy segura será mi compañero de ruta hasta que la vida me robe el aliento. Y aunque no dudé del viaje, no sabía que 6 meses podían convertirse en una eternidad. Sin embargo, con su apoyo incondicional compramos los pasajes...y él sin decirme nada, el suyo para 3 meses después de mi partida.

Y así llegó el 18 de diciembre, momento de agarrar no 1 ni 2 mochilas, sino 6!!! porque 3 de esas venían cargadas de las propias historias y aventuras de mi hermana, que ya extrañaba y pedía de vuelta. En la maleta se coló mi mamá, que también extrañaba a su hija.
Y lo que partió siendo una aventura sin propósito más que de resetiar el alma y disfrutar el día a día con mi hijo, se tornó en un proyecto familiar que nos trajo a Townsville, Queensland, antes de que partieran los incendios que tienen con pielonefritis a Australia, el riñón del mundo.

Estamos lejos de los incendios, pero cada noche el cielo alcanza a verse naranja por el humo que enciende los corazones de millones de koalas y canguros que nos recuerdan que está en nuestras manos parar. Que la tierra no puede seguir calentándose, que nuestros hermanos menores nos necesitan.

Estoy dispersa; debe ser la luna del lobo que ilumina mi noche en el primer prenilunio del 2020, o el calor húmedo que atrae lagartijas, o mi hijo roncando al lado de mi madre, mientras mi hermana sale de su trabajo (precario pero bien remunerado)...o simplemente la rareza de volver a sentarse frente al blog y tratar de ordenar las ideas.

Como sea, oficialmente se da inicio a la aventura del continente que arde, y por ende, mi vuelta a las aventuras de la Princesa Caballero y su guía intergaláctico, Antar.